Adriana Maurera, es una venezolana que gracias a su tenacidad y reinvención constante creó su propia plataforma en la meca de la moda global. Nació en Alta Gracia de Orituco, estado Guárico, y a pesar de haber estudiado para ser abogada, su vocación la llevo por otro camino.
Cuando tenía tan solo ocho años, Adriana, se propuso como meta participar en el Miss Venezuela, con la única intención de conocer a Maite Delgado, y cuando tuvo oportunidad y en un acto de pura audacia, se presentó sola ante Osmel Sousa, con un vestido hecho por ella misma que se le rompió y tuvo que remendar antes de llegar a la Quinta Miss Venezuela.
Adriana rememora que, cuando Osmel Sousa la vio le dijo «¿Quién te trajo?» la respuesta fue un resumen de su tenacidad: «Mi misma, yo mi misma, así tal cual». Y aunque el primer intento fue fallido, ya que su mamá se negó a que concursara, regresó en 1999 y, tras un casting de 2,219 mujeres, fue seleccionada para representar a Miss Anzoátegui.
A pesar de que la simpatía no era su fuerte, su solidaridad y dedicación sumados a los siete meses de preparación le valieron el título de Miss Simpatía, además de quedar en el puesto 10. Para Adriana, la corona no era el fin, porque las plataformas del Miss Venezuela fueron el trampolín perfecto para convertirse en modelo internacional.
De las pasarelas de Milán a la reinvención como migrante
La participación en el certamen más popular de Venezuela, la llevo en el año 2000, a las pasarelas de Europa. Trabajó durante más de 12 años como modelo internacional en toda Europa, Latinoamérica, Asia y Dubái, siendo Milán el epicentro de su carrera bajo la agencia Major. Durante este tiempo, también se graduó como diseñadora de moda a través de un sistema de intercambio universitario.
Luego de dejar las pasarelas, regresó a Venezuela, donde se involucró en la política, como candidata interina a una alcaldía de su pueblo, de la que se retiró casi de inmediato. Su regreso le permitió cumplir su sueño de casare en Alta Gracia, con su novio de la infancia.
La crisis en Venezuela, la llevó a emigrar, estuvo un año en Colombia y luego en Panamá, donde trabajó como gestora y abogada antes de establecerse en New Jersey, donde reside como asilada política de Estados Unidos.
El nacimiento de Women without limits
En Estados Unidos, su primera fase fue de reinvención total, buscó trabajo como cocinera en un restaurante, usando esta actividad para conocer gente, la llegada de la pandemia le sirvió de catalizador, y mientras cocinaba, creó un proyecto llamado «Vístete para el siguiente nivel» mientras soñaba con ser dueña de su propia Fashion Week.
Durante ese tiempo creó una organización sin fines de lucro, denominada Women without limits. Adriana creó esta organización, «para protegerme a mí primero como mujer, como madre», mientras atravesaba una situación con un adolescente, y hoy se enfoca en temas de salud mental, aceptación y autoafirmación.
Este proyecto la llevo a ver más allá y observar que los desfiles de Nueva York no alcanzaban el nivel de la experiencia europea, por lo que decidió crear su propia plataforma. La llamó New York Fashion Week y la define bajo el concepto de «El Paseo de la Pasarela», un paseo donde las participantes que están allí lo hacen sin la exigencia de ser modelos profesionales.
En su plataforma las mujeres no asisten para ser modelos, sino para fortalecerse emocionalmente, aprender sobre la autenticidad, la postura, la proyección y el mensaje no verbal. Es una plataforma donde no hay edad ni tamaño para participar; se enfoca en la enseñanza del desfile. Fue pionera en dar oportunidad a Miss Universos y, en su cuarta edición, logró traer a diseñadores venezolanos de alto impacto.
Su próximo evento está programado para el 15 de febrero de 2026. Su meta es convertir su plataforma en una gran empresa de producción de moda. Su mensaje final, simple y poderoso, es una invitación a la creatividad y el trabajo constante, asegura que a cada persona le regalaría una caja de colores y animaría a dibujar la propia historia, recordándoles que, «con paciencia, constancia y dedicación todo es posible».
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